El archipiélago de las Islas del Rosario se encuentra a 46 kilómetros al suroeste de Cartagena y está formado por 43 islas, parte de las cuales están habitadas y algunas, incluso, sirven de segunda residencia a personalidades de la vida colombiana o sudamericana. Las aguas del mar esconden una flora y fauna única, que lo han llevado a conseguir el grado de Parque Nacional Natural con una gran cantidad de corales y más de 1.000 especies marinas.
Nos reunieron a las 8 de la mañana en el muelle turístico. El
tema de organizar los botes y demás se llevó con la típica flema colombiana.
Las cosas tranquilitas, y hasta las 9 no salimos de allí.
El día amaneció nublado, pero casi mejor, porque la temperatura
era buena y en la barca habríamos estado expuestos al sol abrasador durante
toda la excursión. Dejamos la bahía de Cartagena pasando junto a dos imponente
fuertes de los tiempos coloniales que hacían imaginar los cañonazos que se
debían endiñar, españoles e ingleses, holandeses, franceses y toda la tropa que
saquearon y ocuparon Cartagena -lugar estratégico en el Caribe- per secula
seculorum. La historia siempre me gustó muchísimo y contemplé absorto las
construcciones intentando imaginar la vida que habrían albergado 500 años
atrás.
Seguimos navegando hacia mar abierto y la lancha rápida comenzó
a dar todo de sí. Rompíamos las aguas a gran velocidad y llegaron los típicos
“uhhhh!!” y “ohhhhh!” -dependiendo de la nacionalidad de la persona- cuando el
agua salpicaba al personal. Mientras, nuestro guía nos iba contando historietas
sobre el parque nacional.
Tras casi 45 minutos en la barca, entramos a la zona del Parque
Nacional y comenzamos a divisar pequeños islotes, algunos de los cuales estaban
totalmente vacíos y otros albergaban desde pedazos de casas con ornamentos
tropicales, hasta casitas bastante humildes que parecían propiedad de gente
mucho más hippy.
El guía nos señaló la que había sido vivienda de retiro de Pablo
Neruda por varios años – la casa parecía haber estado habitada hasta hacía muy
poco- y la pedazo de casa que había pertenecido al difunto y famoso capo de la
droga colombiano, Pablo Escobar. Era sin duda la más ostentosa de todas y
contrastaba de manera flagrante con la pequeña casita en la que vivía una mujer
catalana enamorada de la zona. La verdad es que el lugar es muy bonito, pero
más bien como retiro temporal o jubilación. O ni siquiera éso, porque vería
complicado organizar partiditas de dominó con los colegas estando tan lejos de
todo.
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